DOCUMENTOS
PERIODO ENTRE GUERRAS
El fascismo, definido por Mussolini
La
crisis económica de la posguerra, la frustración nacionalista, el temor de las clases dirigentes y la debilidad de los partidos tradicionales
ante el empuje socialista,
facilitaron el acceso al poder de Benito Mussolini y la implantación del fascismo en Italia
(1922-1945). Al margen de los gestos y
de la retórica, el fascismo fue un
sistema político basado en la
divinización del jefe, el partido
único con eliminación de toda oposición política, un nacionalismo a ultranza y
un corporativismo que, so pretexto de
conciliar las clases sociales, sirvió
los intereses del gran capitalismo.
“El fascismo, como toda concepción
política sólida, es acción y es pensamiento; acción que tiene inmanente una
doctrina, y doctrina que mientras emana de un determinado sistema de fuerzas
históricas, queda incorporada en el mismo, y en él opera de dentro para
fuera. Su forma es, pues, adaptable a
las contingencias de lugar y de tiempo, pero tiene a la vez un ideario que le
eleva a la categoría de fórmula de verdad en la historia superior del
pensamiento. No hay en el mundo fuerza
alguna que obre espiritualmente como voluntad humana dominadora de voluntades,
sin un concepto no sólo de la realidad transeúnte y particular sobre la cual es
necesario obrar, sino también de la realidad permanente y universal en la que
la primera tiene su ser y su vida. Para
conocer a la humanidad hay que conocer al hombre, y para conocer al hombre es
necesario conocer la realidad y sus leyes.
No existe concepto alguno del Estado, que a la vez no sea
fundamentalmente concepto de la vida: será filosofía o intuición, será un
sistema de ideas que se desarrolla en una construcción lógica o se concentra en
una visión o en una fe; pero siempre es, al menos virtualmente, una concepción
orgánica del mundo.
Según esto, el fascismo, en muchas de
sus actitudes prácticas, como organización de partido, como sistema de
educación, como disciplina, no se comprendería si no se mirase a la luz de su
modo general de concebir la vida, a saber, de un modo espiritual. El mundo, en el sentir del fascismo, no es
este mundo material que aparece en la superficie y en el que el hombre es un
individuo separado de todos los demás y con ser propio, y es gobernado por una
ley natural que instintivamente le lleva a vivir una vida de placer egoísta y momentáneo. El hombre del fascismo es un individuo que
encarna en sí la nación y la patria, sometido a una ley moral que ata a
individuos y a generaciones, vinculándolos a una tradición y a una misión que
suprime el instinto de la vida encerrada en el breve circuito del placer, para
instaurar otra vida, en la esfera del deber, una vida superior, sin límites de
tiempo y de espacio, una vida en la que el individuo, por medio de la propia
abnegación, del sacrificio de sus intereses particulares, de la muerte misma,
realiza aquella existencia totalmente espiritual en la que estriba su valía de
hombre.
pensadores políticos. De Platón hasta hoy. Trad. de Enrique Tierno Galván (Madrid 1965),
Págs. 748-749.
Rechazo del socialismo marxista
Os digo que nos opondremos con todas
nuestras fuerzas a las tentativas de socialización, de estatificación, de colectivización. Basta ya de socialismo de Estado. Tampoco hemos de renunciar a la lucha, que
quisiera llamar doctrinal, contra vuestras doctrinas, que ni son verdaderas ni, sobre todo, son fatales.
Negamos
que existan dos clases, porque existen muchas más; negamos que se pueda
explicar toda la historia humana por el determinismo económico.
Negamos
vuestro internacionalismo, porque el internacionalismo es una mercancía de lujo sólo asequible a
los ricos, mientras el pueblo está desesperadamente unido a la tierra natal.
Mussolini
B., el Primer discurso a la Cámara, el día 2 de Junio e 1921.
Recogido en el
Espíritu de la Revolución Fascista, Ed. Vizcaína, Bilbao, 1940, p. 56.
Anti-liberalismo fascista
Mussolini B., Al pueblo de Roma en el XXVIII
octubre 1926. En Espíritu de la Revolución..., p 144.
Rusia aparte, la teoría y la filosofía
del marxismo aclararon muchos rincones oscuros de mi mente. La historia llegó a
tener un nuevo significado para mí. La interpretación marxista arrojó sobre
ella todo un torrente de luz v se convirtieron en un drama que se desenvolvía
con cierto orden y finalidad, aunque inconsciente. A pesar de las temibles devastaciones y
miserias del pasado y presente, el futuro -no obstante los muchos peligros que
lo acechaban- estaba iluminado por la esperanza. Lo que me atraía del marxismo era su esencial
libertad respecto de todo dogma y su perspectiva científica. Es cierto que en el comunismo oficial el
dogma no era escaso, en Rusia como en otras partes, y que a menudo se
organizaban cazas de herejes.
Eso parecía deplorable, aunque no era
difícil de entender ene vista de los cambios tremendos que tenía lugar en los
países soviéticos y de que una oposición efectiva podría haber tenido por un
catastrófico resultado. La gran crisis y
la bancarrota mundial parecían justificar el análisis marxista. Mientras todos los otros sistemas y teorías
van a tientas en la oscuridad, sólo el marxismo la explicaba de más o menos
satisfactorio.
Jawarhalal Nehru (1889-1964), quien fue
presidente de la India.
La visión de un economista:
El mundo comienza darse cuenta desde hace algunas
semanas sobre todo de que estamos pasando por una de las mayores depresiones en
la industria que se han conocido. El
descenso en los precios es en todos los países uno de los más fuertes y
rápidos, con la sola excepción quizás de 1921. Desde principios del presente
año, el precio medio de los productos de consumo artículos, tales como el
cobre, el caucho, la plata alcanzan su más baja cotización mientras que otros
vuelven a los precios de anteguerra.
En tales
circunstancias, es inevitable que se produzca un gran retraimiento en los
negocios. Las nuevas empresas se ven
detenidas y retrasadas en todas partes del mundo, y los comerciantes están
sufriendo importantes pérdidas por doquier.
Este retraimiento afecta igualmente a los Estados Unidos de
Norteamérica, pero ocurre que en aquel país no parecen tomar la situación tan
en serio como fuera menester. Y esto
constituye, sin duda, un elemento peligroso.
Testimonio de un accionista
Muy pronto, un negocio mucho más
atractivo que el teatral atrajo mi atención y la de mi país. Era un asuntillo llamado mercado de valores.
(Mi sueldo semanal en Cocoteros era de unos dos mil, pero esto era calderilla
en comparación con la pasta que ganaba teóricamente en Wall Street).
Corrí
hacia la habitación de Harpo. Le
informé inmediatamente acerca de esta
mina de oro en potencia (…) En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de
un agente de bolsa, dijo, "espera a que me vista y correremos a comprar
estas acciones antes de que se esparza la noticia". "Harpo, dije, "¿estás loco? ¡Si
esperarnos hasta que le hayas vestido, estas acciones pueden subir diez
enteros!'. De modo que con mis ropas de
calle y Harpo con su balín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el
despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la Uniled
Corporation por valor de ciento sesenta mil dólares, con un margen del
veinticinco por ciento (...); si uno compraba ochenta mil dólares de acciones,
sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil.
El resto se le dejaba a deber al agente. (…)
El mercado siguió subiendo y subiendo lo
más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. la
gente compraba sin cesar (...)
Lamentaba
desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iban a doblar su
valor en pocos meses (…) El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del
hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y
en muchos casos, sus ahorros de todo la vida- en Wall Strett ( )
Un día concreto, el mercado empezó a
vacilar. Unos cuantos de los clientes
más nerviosos fueron presa del pánico y empezaron a descargarse (...) Al
principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un
lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores (...)
Luego el pánico alcanzó a los agentes de
Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando los márgenes adicionales y los
agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio (...). Luego, un martes
espectacular, Wall Street tiró la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada,
porque par entonces todo el país estaba llorando. El día del hundimiento final,
mi amigo, Max Gordon me telefoneó desde Nueva York Todo lo que dijo fue: ¡Marx,
la broma ha terminado!
Groucho Marx, Groucho y yo. Barcelona, Tusquets Editores, 1980.
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